Había consumido mi tarde en Bach.
Mientras, lo colgado esperaba.
Y lo que no, estaba a punto.
Y lo que no, era consumido
en mi tarde junto a Bach.
Bajo lo colgado. Y bajo
lo colgado me había
despiezado en puntos.
Puntos de lenguaje
o mejor, lenguaje
de puntos.
Es fácil
perder la
visión. Y lo
colgado es mi
mirar vacío, para
vaciar los ojos. Para
descansar, como el negro
de la pantalla de esta máquina.
Antes vacía. Spenta. Y yo, que la
miraba para descansar. Y ella, que me
devolvía la mirada de mi.
Nunca se descansa.
Lo vacío está para llenar y la
pantalla enfrenta mi imagen oscura.
Mis ojos cansados.
Sin reparos.
Ahí está.
Devolviendome una imagen que habla de mi.
Por si la había olvidado.
Y Bach vuelve a recordarme que puedo hacer
mil variaciones.
Y yo, recuerdo las palabras de
aquel simpático señor.
Lo negro del fondo vuelve a recordarme
que quizás deba cerrar los ojos.
Y el claro vacío que quizás
esté bien así.
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